A través del paso de los años, nuestro comportamiento con base en unas directrices fisiológicas que no controlamos van permitiendo una mayor o menor actividad física. En la infancia, la actividad física es parte de la fisiología, los niños son unos organismos en pleno crecimiento y emanan actividad espontánea de muy alto nivel y además de alta intensidad. Se van cumpliendo años y aparece la primera juventud en la que igualmente hay cierta inclinación a participar en actividades deportivas escolares, de más alto nivel, pequeñas competiciones, etc. Es decir, es inherente a la fisiología.
Se siguen cumpliendo años y en muchos casos, se va disminuyendo la actividad, cae de intensidad, se pierde la competitividad, hay obligaciones familiares y sociales, pero en el fondo, aunque baje el modo de hacer ejercicios se mantiene cierta actividad.
Llegando a las últimas etapas de la vida, la edad adulta, envejecimiento, mayoría de edad, en las que lo fisiológico es mantener más en estado sedentario, la inactividad física. De nuevo, la fisiología marca directrices propias del organismo a esa edad. Sin embargo, en la actualidad, los hábitos sociales condicionan a esa fisiología.
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